Tuesday, November 04, 2003

Wordsworth

"Little we know the things for which we pray"

--Chaucer

El siguiente texto es una traducción que hice para el curso de trad. III en la Fac. de Filos. Y como se trata de mi poeta favorito, por eso lo pongo aquí.

TRADUCCIÓN III
Wordsworth Erika G. Gómez Fernández
(The Economist) Miércoles 1° de octubre del 2003


Poetas británicos


Devolviéndole su juventud


The Hidden Wordsworth, de Kenneth Jonston. Norton; 965 pp. $450.00 £30.


Incluso en vida, la imagen pública de Wordsworth era la del poeta máximo de la naturaleza, viajando solitariamente como una nube, contemplando con benevolencia a los narcisos y a los niños pequeños, y que sólo se sentía como en casa en la Región de los Lagos –el santo patrono de la industria turística cumbriana. Este afable cuadro arcádico no siempre inspiró respeto. Robert Browning acusó a Wordsworth de haber traicionado sus ideales de juventud, y un satirista victoriano comparó a este gran hombre con “una gallina vieja y torpe”. Más recientemente, críticos universitarios le han dado un carácter histórico a las imágenes sentimentales de Wordsworth señalando que, por ejemplo, Tintern Abey, el sitio de uno de sus himnos más famosos a la naturaleza, estaba de hecho inundado de pordioseros y justo en la colina del área local donde se hacían trabajos de herrería.
Lo que tiene de especial este nuevo estudio de Kenneth Johnston, profesor de literatura en la Universidad de Indiana, es que se aboca a la juventud de Wordsworth, revelando que comenzó como una figura más sensual, glamorosa y menos conservadora de la que mostró ser en su vejez. Introduce de nuevo a Wordsworth en la confusa, descarnada y peligrosa cultura social y política de Europa del período de la Revolución francesa y las guerras napoleónicas.
Si alguien es responsable de que la reputación de Wordsworth perdiera su brillo es, a fin de cuentas, el propio poeta. Él fue sobre todo un creador de sí mismo, un inventor de su propio mito. Consagrado en sus últimos años como el venerado patriarca del establishment literario, desarrolló un hábito por restarle importancia al grado de suprimir lo que llamó “sus errores juveniles”, de la misma manera que en el siglo pasado, ciertos coqueteos juveniles con el comunismo o el fascismo se han vuelto a menudo motivo de vergüenza en la madurez. Depurar su pasado era, de hecho, un acto necesario de autoprotección para Wordsworth: muchos de sus contemporáneos hallaron sus carreras completamente arruinadas debido al compromiso que mostraron con las ideas revolucionarias en su juventud.
Algunos de los versos más famosos de Wordsworth –“Un éxtasis era el hecho de estar vivo/¡Pero ser joven era el verdadero paraíso!”– expresan la genuina emoción con la que acogió a la Revolución francesa; sin embargo, no los publicó en vida. Aun como documento muy personal, el Preludio –esa vasta épica autobiográfica de donde se tomaron estas líneas– es ingeniosamente selectivo al analizar los motivos que hicieron que el poeta se comportara de esa forma en su juventud. Como lo muestra poco a poco el relato meticulosamente detallado del Sr. Johnston, la búsqueda de Wordsworth de su identidad política estuvo llena de confusión, mezclada con sexo, dinero, amistad y emociones profundas, áreas con las que su ser más maduro se sentía menos que dispuesto de sacar a la luz.
Aunque Wordsworth nunca lo menciona en el Preludio, el “éxtasis” que experimentó en su visita a Francia en la década de 1970 pudo estar muy relacionada tanto con la secreta aventura amorosa que tenía en ese tiempo con Annette Vallon, una realista vivaz con quien tuvo una hija ilegítima, como con su entusiasmo por los ideales republicanos que inspiraron a contemporáneos como Mary Wollstoncraft. “éxtasis” y “paraíso” eran, al igual que lo muestra el Sr. Johnston, términos estándar en la nomenclatura erótica de Wordsworth. Más tarde, como escritor de propaganda política en Londres, Wordsworth se alió con jacobinos ingleses tales como el futuro esposo de Mary Wollstoncraft, William Godwin, pero su acercamiento a la política se encontraba muy poco influenciado por el desapasionado racionalismo godwiniano.
El descubrimiento más extraordinario del Sr. Johnston presenta al joven Wordsworth no como un idealista autónomo sino como alguien muy involucrado en las sucias maquinaciones de un país en guerra: proporciona evidencia de que, durante un viaje a Alemania con su hermana Dorothy en la década de 1790, Wordsworth sirvió como mensajero bajo sueldo o una especie de espía de bajo rango del gobierno británico. El motivo de este cambio total de rebelde radical a agente contrarrevolucionario probablemente nunca se sabrá con seguridad. ¿Se debió a una convicción patriótica?¿Se sintió obligado a cooperar como una manera de demostrar su anti-jacobinismo a un sistema desconfiado y conservador?¿Estaba en ello por dinero? Anteriormente había sido un caza fortunas desinhibido al hacer amistad oportunamente con un joven moribundo pero rico.
Probablemente haya algo de cierto en estas tres posibilidades, debido a que el Wordsworth que emerge de esta imagen es un ser humano contradictorio cuyos motivos son rara vez claros y nunca simples. En peso son mil páginas aproximadamente, pero al examinar el tema hasta la edad de 36 años, el libro muestra con su gran extensión cuantas situaciones, complejidades y controversias llenan la primera mitad de su larga vida. Treinta y seis, coincidentemente, era la edad que tenía Byron cuando Wordsworth murió. Aunque Jonston lo presenta como un personaje lleno de defectos, también lo redime como un joven Romántico pendenciero en el sentido Byronico.
Si hubiera muerto joven, ciertamente se le hubiera recordado como a un Byron o a un Shelley. Vivir en la respetabilidad de la vejez le dio la oportunidad de rescribir su pasado, sembrando una necesidad urgente en arqueólogos literarios como Kenneth Jonston.

Pie de foto: Pero no siempre fue así.

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