Sunday, February 29, 2004

Mi traducción de un artículo de la revista Newsweek

"No hay esperanza para los que son como tú"

--Erika G.

El 11 de septiembre le impuso al comercio internacional una especie de impuesto del terror que puede ser un freno constante para el crecimiento. DE STEPHEN ROACH.

Arena en los engranajes de la globalización

La globalización está en problemas. Una de sus premisas más importantes –vínculos fronterizos cada vez menos conflictivos –se pone en duda cuando el mundo reacciona al terrorismo. Los sucesos del 11 de septiembre le han impuesto al comercio, al capital y a los flujos de información el equivalente de un nuevo gravamen. Se tendrán que reforzar las fronteras nacionales. Las transferencias a través de las fronteras tomarán más tiempo. Subirán las tarifas del seguro marítimo, al igual que las primas de compensación para los trabajadores. Morgan Stanley estima que las primas comerciales de seguro norteamericanas podrían aumentar de $148 billones de dólares en el 2000 al rango de entre $210 billones a $240 billones de dólares en el 2002. Eso sería una considerable lesión en las ganancias del sistema corporativo norteamericano, las cuales comprenden alrededor de $450 billones de dólares actualmente para todas las compañías que no son grupos financieros.
Ya tampoco se puede dar por sentado la transferencia instantánea de información. El virus informático Nimda que alteró las redes globales en septiembre es un ejemplo de terror electrónico, el cual golpea con otro revés a los vínculos fronterizos. Hay señales de que los negocios están inclinando cada vez más los presupuestos para software hacia servicios de recuperación de siniestros, firewalls y programas antivirus, y sistemas de respaldo y recuperación. La firma Morgan Stanley de las oficinas centrales de información para los 225 usuarios de la tecnología más grande de Norteamérica encontró que el 34% le dio la más alta prioridad a la seguridad informática en diciembre del 2001, claramente por encima del 16% en Septiembre.
El 11 de septiembre ha infundido temor acerca de lo que podría venir después. Hasta al grado de que multinacionales han empezado a replantear sus estrategias para tercerizar producción en un mercado global, la prima de riesgo de globalización simplemente aumentó. Esto debilita el flujo de ganancias globales de las multinacionales, y la deflación y las ganancias de productividad provenientes de la tercerización. Los principios de economía dicen que un impuesto a los vínculos fronterizos indudablemente reducirá los flujos internacionales. De pronto, “el mundo feliz” de la globalización se muestra mucho más conflictivo que antes. Hay arena en los engranajes del comercio global.
Los costos del terror son una cosa. Pero la globalización ahora enfrenta también retos provenientes de la bursatilidad de los negocios. El mundo está en una rara “recesión sincrónica”: las economías más importantes se están tambaleando al mismo tiempo. Esto no es común por tres razones. La primera, la economía global es más dependiente que nunca del comercio, el cual ahora da cuenta del 24 por ciento de la aportación del PIB mundial. Eso está bien en el exceso de aportaciones que prevalecen en dos recesiones sincrónicas anteriores a nivel mundial –17 por ciento en 1975 y 19 por ciento en 1982. Segundo, el mundo se enfrenta al boom más grande de quiebras comerciales. El volumen del comercio global experimentó un aumento récord del 12.4 por ciento en el 2000, pero decayó después de la aparición de la burbuja tecnológica o tech bubble, dejando ver a un 2001 con un probable crecimiento por debajo del 1 por ciento.
Tercero, el mundo ha perdido su equilibrio y se ha vuelto demasiado dependiente del mecanismo de crecimiento norteamericano. Los Estados Unidos generaron aproximadamente un 40% del crecimiento del PIB mundial durante cinco años hasta mediados del 2000, casi el doble de su aportación al total del PIB mundial. Por lo tanto, no es sorprendente que la recesión en este país se haya convertido rápidamente en una recesión mundial. Eso difícilmente constituye el soporte para un mayor equilibrio en la economía mundial que supuestamente proporcionaría la globalización.
Siempre existe la oportunidad de exagerar acerca del 11 de septiembre. La defensa de la globalización radica en gran medida en la lógica impecable del libre comercio –que los vientos favorables del comercio global echan a andar todos los barcos. Sin embargo, no es la teoría lo que está en duda. Es la aplicabilidad de la teoría para un mundo muy diferente del que representan la mayoría de los modelos de la globalización. El terror le ha cobrado nuevos impuestos al libre comercio, exacerbando una recesión sincrónica letal que a los gobiernos les resulta difícil no adoptar medidas proteccionistas. Las fricciones comerciales van en aumento –especialmente entre Europa y los Estados Unidos, así como entre Japón y China– erosionando la armonía que durante mucho tiempo se pensó que traería la globalización.
En los años venideros, es probable que la economía mundial crezca más lentamente, sobre todo si se le compara con el auge de los noventa. Pero lo más importante, es que esto refleja una probable reducción en el crecimiento de la producción, la fuente principal del dinamismo económico. La guerra contra el terrorismo aumenta los costos de operación empresariales –al incrementar los gastos de oficina, mensajería y seguridad cibernética, primas de seguro y de transporte marítimo, así como la necesidad de llevar un control más estricto de las mercancías como una forma de protección para evitar contingencias durante la transportación. Añádase a eso un probable incremento en defensa y seguridad nacional, y se puede decir con certeza que se requerirán más entradas para generar producción nacional –poniéndole un freno constante a la productividad.
Una globalización debilitada acabará con el crecimiento. Al igual que la resaca norteamericana después de los excesos durante los noventa –bajas reservas, grandes deudas, sobreproducción y un déficit masivo en la cuenta corriente. El crecimiento subyacente de la economía estadounidense podría sufrir una desaceleración del 4 por ciento, que aproximadamente tenía a finales de los noventa, a un rango del 2.5 o 3 por ciento. A menos que el mundo desarrolle un nuevo mecanismo de crecimiento, el 11 de septiembre bien podría marcar un punto crucial para la economía global.

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